Sacudirme, entre esos dedos, un índice rozando el filo de saber que la historia no se modifica, un dedo de faquir aficionado jugando con el filo de mis dudas.. .
Huir a casa con mi sombra delgada realizando un mimetismo improvisado, con fracturas de banqueta, con fisuras de voces apenadas de no haber sido firmes al momento de una despedida, de un enfrentamiento con máscaras en el que hablar no era preciso, por mas hermoso que fuera conocer la voz del otro lado de la estúpida careta.
Soy delgado porque el vientre de mi madre supo a tiempo, que mas tarde habría filos insondables y me regaló la condición de proyectar mi "lado flaco" como un "todo", sin tener que buscarle un doblez a la apariencia, sin pretender un doble filo, como los que trafica cualquier sonrisa encantadora; señuelos de conflicto, deudas impagables, talones destrozados después de pisar falsos o equívocos terrenos, y tener que llorar con hipos y fluidos desagradables, como los que en este momento en que me aferro a mi espíritu apenas descubierto, se manifiestan, delgados, continuos, como hilos de madeja eterna, como como cuerdas de lira en una melodía interminable, como agentes de una curación urgente, enviados emergentes en auxilio, desde el vientre que sabia desde el inicio, que en algún momento de la vida tendría que ser irreductible.. .