sábado, 12 de septiembre de 2015

Voz en Off

He dejado de escribir y me cuesta trabajo leer, algo está pasando, algo se ha movido de su lugar y vaga internamente sin encontrar acomodo.
Pero yo te dije que era sólo un tiempo, que volverías a ser el mismo.
No entiendo nada, no entiendo las calles.
Las calles las entiendes cuando sabes a donde van, es cuestión de tiempo.
No entiendo el silencio, antes sabía qué era lo que callaba, pero ahora no tiene sentido, y aún así no se aleja, todo es silencio, esos edificios, esas montañas a lo lejos, la noche, y esta vela que enciendo para obtener un efecto de calor, ahora todo calla, ni siquiera yo me escucho.
Puedes escucharme a mí, que prefiero no ser una voz para no volverte loco, y yo también te escucho a ti cuando te cuentas tus planes en voz alta, cuando te quejas del frío, de la lluvia, del tráfico.
Algo está cambiando, temo volver y no ser reconocido, temo el abrazo que la gente se da cuando vuelve a encontrarse porque el frío se me ha instalado en el cuerpo.
Un abrazo te hará sentir calor de nuevo, como esa ducha caliente que tú mismo dices que es el hogar.
No entiendo a la gente, si por ellos fuera se pasarían por encima, corren, se empujan, no cruzan sus miradas, si por lo menos se vieran a los ojos podrían darse cuenta que sufren el mismo mal, que tienen la misma prisa, que los persigue la misma nube y que quizás no alcancen a llegar a casa o al trabajo sin empaparse, podrían entonces cederse el paso, el lugar en el transporte, sonreírse y recordar que no son una estampida.
Pero tú los ves, por eso le regalaste tu paraguas a aquella señora, y te diste cuenta que la lluvia no era tan fría, ni tan mala y pudiste recordar que te gusta, y ese fue un buen día.
Supongo que es cuestión de tiempo,  ya iré entendiendo todo esto, sólo espero que sea antes de que comience a escuchar voces en mi cabeza, podría volverme loco.

sábado, 20 de junio de 2015

Visiones de la infancia

Me gustaba ver la cara de mi abuela cuando se quitaba los lentes, era su rostro desnudo, sus ojos se volvían íntimos, pensaba que en esa parte donde ya no estaban las gafas sentía frío, ella apretaba sus parpados y los presionaba con las yemas de sus dedos, como dándoles un suave masaje.

No sé porque me gustaba, como tampoco sé explicar por qué me gustaba ver a mi abuelo cuando se afeitaba, era aquel ritual uno de mis favoritos, tenía una pequeña vasija de peltre blanca con la orilla azul marino en la que vaciaba un chorrito de agua caliente que tomaba de la regadera, con su navaja recortaba una delgada lámina de jabón y con una brocha de cerdas largas y blandas revolvía los ingredientes hasta convertirlos en una espuma abundante que se aplicaba en el rostro con la misma brocha, posteriormente abría su rastrillo metálico en el que colocaba una navaja de afeitar y la aseguraba con un tornillo. Preparados el rostro y la instrumentación, procedía a afeitarse, era el sonido de la navaja contra la barba, la parte de la cara que quedaba expuesta y limpia, el enjuague final y la toalla por el rostro que exponía nuevamente al espejo y revisaba un poco buscando no sé qué, quizás nuevas arrugas, quizás el rostro de otros tiempos.

Visiones de mi infancia que me vienen a la memoria ahora que soy adulto, ahora que uso lentes y cuando me los quito por las noches me doy un masaje en los ojos, ahora que me afeito como trámite con una espuma que consigo en el supermercado y no tengo una vasija de peltre y no hago ningún ritual porque todavía no tengo la paciencia del viejo, porque más bien tengo prisa, porque corriendo a diario me voy alejando cada vez más de aquel niño curioso que observaba todo en silencio, sin saber que esas visiones quedarían registradas en su memoria y que vendrían mucho tiempo después como bengalas de salvamento a señalar la ruta del origen, a decirle que a pesar de todo, aún no se ha perdido.

viernes, 24 de abril de 2015

Somos tan pendejos

<<This is not how I am, I have become comfortably numb>>
P.F. 


Uno se va haciendo insensible, ¿sabes? Es como una práctica, los sentimientos son como cualquier otra cosa, como un trabajo, por ejemplo, al principio, cuando no le sabes muy bien al asunto, es difícil dominarlo, pero luego le vas hallando el modo y las mañas y lo vas haciendo mejor cada vez, pero no te conviertes en un experto hasta que comprendes el porqué de las cosas. Nunca podrás dominar algo si no sabes el porqué, si no comprendes el sentido de ello.
Igual los sentimientos, es muy cabrón experimentarlos en sus extremos, buenos y malos, de felicidad y de dolor, porque sin unos no se distinguen los otros, algo tan elemental como la noche y el día, como el calor y el frío y como tantas cosas más que son extremadamente opuestas pero que se complementan para un mismo fin, fenómenos que no existirían sin el opuesto, así de hermosas suelen ser esas complejidades, pero nos hemos acostumbrado tanto a eso que ya lo ignoramos, lo damos por hecho, porque así es y nos olvidamos de lo maravilloso, luego entramos a una sala de cine donde el director de filme se apoya en la relación vital que existe entre los contrastes para desarrollar su trama y nos fascinamos durante dos horas, ese wey es un chingón, seguramente estará nominado para el Óscar. Somos tan pendejos.
Por eso uno se va haciendo insensible, porque nos vamos acostumbrando a las emociones, las vamos dando por hecho y nos olvidamos de lo maravillosas que son, hasta que vemos que alguien más las experimenta en su propia vida, ese wey es feliz, esa chica está enamorada, pobres, lo que les espera. Los sometemos a una visión fatalista y a un juicio preconcebido erróneamente porque no comprendemos el porqué de las cosas, somos tan pendejos.

domingo, 15 de marzo de 2015

Soy tiempo

Estoy conectando un nuevo hilo hacia mí, sé que estoy hecho de cables, de resortes y de sueños que lubrican mis engranes, que no me oxido nomás porque no quiero, que soy terco sobre lo imposible, que soy a-fe-rrado a la fe, que estaba hecho de nada y a partir de ahí me he construido, que ya me puedo hacer miembro de mi propio club de personas favoritas, que el espejo por fin me ha reflejado y me gusta, por lo tanto tendré que prescindir de él porque ya no tengo dudas. Que ya no me pregunto a donde voy porque lo sé. Que ya no quiero cambiar porque al cambiar pierdo mi esencia, y la esencia no es mas que un concentrado de todo lo vivido, que ya no me importa si habito en otro pensamiento, si mi rostro o mis palabras se conectan a un momento ajeno a mí, si vivo en un cajón, en una carta, o en un archivo muerto. 
Me hábito a mí y soy mi mejor huésped, me gusto para quedarme a vivir, para construir una ciudad, un país y un maldito mundo si las fuerzas me alcanzan, si Dios me lo permite y si la vida no deja de presentarse como un reto.
Voy por todo pero voy humano, voy solo pero voy universo, voy con miedo pero el miedo me emociona, voy en silencio pero gracias al silencio puedo escuchar mis pasos, mis pensamientos y al tiempo mismo que no retrocede, es cierto que no retrocede, pero yo también soy tiempo.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Sabores de infancia.

La infancia me sabe a tacos de azúcar, a te de canela con teleras recién horneadas, a guamuchiles, al mazapán de chocolate del DIF que no he vuelto a probar nunca, y que si lo hiciera, quizás me decepcionaría porque mi memoria lo registra como uno de los mejores sabores que he probado, pero las cosas nunca vuelven a ser igual porque nosotros nunca volvemos a ser los mismos. 
Me sabe a las empanadas de atún que hacía la mamá de Marco Esteban, a Corn Pops, a las tortas de queso y crema que hacía Don Lupe en su tienda y que tampoco he vuelto a probar porque tuvimos que abandonar aquella colonia con urgencia y no he regresado y no sé si Don Lupe viva todavía. 
Me sabe a unas tortas de jamón que mi madre preparaba con el pan para las hamburguesas y que un día, (uno de los que recuerdo que comimos en familia) una de esas tortas fue la propina que mi madre le dio al señor del gas, recuerdo que ese acto me provocó una extraña alegría, era, puedo definirlo ahora, la alegría de compartir.
Me sabe también a merengues, los vendían muy cerca del mercado de San Juan, se me deshacen nuevamente en la boca ahora que los recuerdo, tenía que esperar hasta que visitáramos esos rumbos, pero llegado el momento, experimentaba una especie de felicidad absoluta. Tampoco he vuelto a probarlos, pero sí la felicidad absoluta mucho tiempo después en unos labios que también esperé por algún tiempo. Qué sensación tan parecida, uno va eligiendo con qué sabores quedarse, yo prefiero los dulces, los que me han hecho experimentar las sensaciones más agradables, los amargos también están ahí, logrando un equilibrio razonable, pero no hay como los recuerdos que te dejan un buen sabor de boca.

jueves, 20 de noviembre de 2014

#TodosSomosBurlasPendejas

No me impresiona, ni me indigna, ni me causa ninguna gracia ver esa acelerada y voraz erupción de burlas ingeniosas y otras no tanto, de lo que sucede hoy mismo en nuestro país. 
Es una capacidad de respuesta inmediata que envidiaría cualquier pueblo del mundo, desafortunadamente, no se logra nada.

Tenemos bien sabido que el ingenio del mexicano es también envidiable, y que muchas veces nos ha servido para sobrellevar esa "desgracia" de la que tanto nos hemos lamentado por siglos enteros, porque también somos víctimas de todo y de todos, víctimas hasta de nuestra propia ubicación geográfica que nos coloca por debajo y "a un paso" de la primer potencia mundial. 

Pero, ¿de qué nos sirve?, ¿Hasta qué grado es válido el chascarrillo, hasta que grado es permitida la risa? Es claro que estamos en los ojos del mundo, y también está claro que en algunos países nos toman más en serio que nosotros mismos y se unen solidariamente y con tristeza a la pena que nos aplasta y nos oprime como nación. 

Si bien utilizamos el chiste como anestésico natural (y casi endémico de nuestro país) ante el dolor que padece nuestra soberanía, pienso que también estamos exediéndonos de manera brutal en la dosis que nos podemos permitir, porque ahora lo estamos llevando como salvoconducto para atravesar libremente las delgadas fronteras del respeto que entre nosotros mismos nos merecemos.

Es una pena el tiempo invertido en pendejadas, es una pena el afán de protagonismo de quien utiliza su espacio virtual para "destacar" estúpidamente ante un verdadero problema que desde ya es una herida que no sanará pronto y que, eso sí, se recordará solemnemente bajo algún lema como "Ayotzinapa no se olvida" generaciones después y cuando sea oportuno volver a autodenominarnos víctimas del mal gobierno y tengamos que culpar a alguien por alguna nueva crisis o algún otro mal del que, en su momento, preferiremos caricaturizar antes de poder medir las dimensiones que pueda alcanzar y en lo que como individuos nos pueda repercutir.

sábado, 8 de noviembre de 2014

(El título está en el viento)


<<How many roads must a Man walk down, before you call him a Man?>>
    Dylan.

¿Cuanto tiempo le basta a un hombre para reconstruirse? ¿Cuantos pedazos de sí mismo tiene que volver a unir? Cuanta fuerza de voluntad? ¿cuantos intentos, cuantos insomnios?

Apenas anoche buscaba la tranquilidad de su espíritu, buscaba la paz y la calma, buscaba respirar profundo, liberarse y comenzar a habitar su propio presente, apenas anoche ese hombre que meditaba frente a una vela y en completo silencio, ponía sobre la balanza sus equivocaciones y sus aciertos tratando de encontrar el equilibrio. 

¿Cuantos tropiezos, cuantas salidas en falso? ¿Cuantas veces vuelve a derrumbarse, cuantas veces intenta dibujarse antes de poder reconocerse de nuevo? 

Apenas hace unos días aquel hombre despertaba en una recaída, se daba cuenta que su lucha era interna, pero, ¿cómo vencer a la versión antagónica de uno mismo? 

¿Cuantas vidas tendrá que inventarse, cuántos motivos tendrá que improvisar porque sabe que su existencia ha quedado a la deriva y no se sostiene de nada?

Apenas hace unos meses rezaba por el olvido: 

Tú que pusiste memoria en mi cerebro. Tú que antes del presente creaste el pasado. Tú que puedes, permíteme el olvido. Extiende tu bisturí maestro sobre este tumor que me crece silencioso y se arraiga fuertemente con el paso del tiempo. Padre, si es tu voluntad, retira de mí éste recuerdo.

¿Cuanto tiempo, cuanta vida, cuanto de todo?  

The answer is blowing in the wind...