He dejado de escribir y me cuesta trabajo leer, algo está pasando, algo se ha movido de su lugar y vaga internamente sin encontrar acomodo.
Pero yo te dije que era sólo un tiempo, que volverías a ser el mismo.
No entiendo nada, no entiendo las calles.
Las calles las entiendes cuando sabes a donde van, es cuestión de tiempo.
No entiendo el silencio, antes sabía qué era lo que callaba, pero ahora no tiene sentido, y aún así no se aleja, todo es silencio, esos edificios, esas montañas a lo lejos, la noche, y esta vela que enciendo para obtener un efecto de calor, ahora todo calla, ni siquiera yo me escucho.
Puedes escucharme a mí, que prefiero no ser una voz para no volverte loco, y yo también te escucho a ti cuando te cuentas tus planes en voz alta, cuando te quejas del frío, de la lluvia, del tráfico.
Algo está cambiando, temo volver y no ser reconocido, temo el abrazo que la gente se da cuando vuelve a encontrarse porque el frío se me ha instalado en el cuerpo.
Un abrazo te hará sentir calor de nuevo, como esa ducha caliente que tú mismo dices que es el hogar.
No entiendo a la gente, si por ellos fuera se pasarían por encima, corren, se empujan, no cruzan sus miradas, si por lo menos se vieran a los ojos podrían darse cuenta que sufren el mismo mal, que tienen la misma prisa, que los persigue la misma nube y que quizás no alcancen a llegar a casa o al trabajo sin empaparse, podrían entonces cederse el paso, el lugar en el transporte, sonreírse y recordar que no son una estampida.
Pero tú los ves, por eso le regalaste tu paraguas a aquella señora, y te diste cuenta que la lluvia no era tan fría, ni tan mala y pudiste recordar que te gusta, y ese fue un buen día.
Supongo que es cuestión de tiempo, ya iré entendiendo todo esto, sólo espero que sea antes de que comience a escuchar voces en mi cabeza, podría volverme loco.