domingo, 14 de marzo de 2010
"TRATO DIRECTO"
Hay aquí, entre el polvo y la pelusa que se aglomeran en las esquinas de mi cuarto, un breve y apenas perceptible toque de tu breve y apenas perceptible aroma, que persiste, como el vuelo de un mosquito que aprovecha la quietud de la noche para hacerse escuchar durante esos minutos que parecen horas cuando es casi imposible dormir. Hay también entre las pelusas y el polvo algunos cabellos que caen sin darme cuenta y sin dolor de mi cabeza que ha cumplido treinta, que parece de cuarenta y que trabaja como de quince cuando se trata de ti, hay en este cuarto ropa limpia del medio día de hoy, había buen sol y algo de tiempo, dos niñas jugaban en los tendederos, les llamo la atención que mi ropa fuera igual, me lo dijeron, mas bien lo cuestionaron, les dije que era mi uniforme, aunque pensé que en realidad yo soy el uniforme de esta historia, el denominador común, el elemento que no cambia de forma, mucho menos de lugar, quiero decir este lugar, que es el mismo donde sea que me encuentre, este centro inmutable de lo que me rodea, yo, protagonista inmóvil de esta semana inmóvil que se repite exacta desde que te fuiste, se repiten las paredes, se repite la ventana, se repite la cama, todo es igual, todo no cambia, la barba y las uñas que recorto se repiten, cola de lagarto, cuento de no acabar nunca, estructura fractal de los días, un espejo contra otro... Y así tu nombre, su sonido, su inicial, sus vocales en mi boca, y así el polvo y la pelusa y mis cabellos y entre ellos me encuentro una pestaña de tus ojos, se que no es mía porque las mías son cortas, la levanto con el índice y no al azar, escojo un libro y una pagina y la coloco ahí: "me miras, de cerca me miras, cada vez mas de cerca y entonces jugamos al cíclope"... Los libros también se repiten, los cigarros, el humo, la tos. El tiempo avanza en otro tiempo que no es este, no en este espacio sin tiempo, sin ti, aquí solo estoy yo registrando lo que hay, solo saldos, nada nuevo, los zapatos son los mismos, el frasco de perfume sin perfume, la tele descompuesta, el escritorio y sus esquinas desgastadas, la soledad como verdad, la enfermedad como rutina, la ansiedad en el pulso, el cansancio como sentencia de malas decisiones, apuntes de conciencia, urge prenderle fuego a este inventario, urge sacudir el polvo y las pelusas, exorcizar a los recuerdos, ser yo quien abandone, subastar al que soy en un mercado, colgarme una etiqueta en un bazar, anunciar en el periódico mi oferta: modelo 80, buenas condiciones, trato directo.
viernes, 12 de marzo de 2010
LA TARDE . . .
La tarde se puso un suéter gris, de cuello alto, parece una colegiala con el corazón roto que camina por la orilla de su propio desengaño, lago infame al centro del cual arroja las resoluciones de sus dudas como piedras en busca ahora de explicaciones, de "porques". la tarde llora su paso triste por la ciudad, llora el ruido que entra como un alambre de púas por uno de sus oídos y sale por el otro arrastrando entre sus filos alguna vieja palabra de amor ya sin sentido. Se detiene por momentos, casi noche, frente a las escuelas a la hora en que los estudiantes se amotinan a la entrada para encender cigarrillos furtivos, para intercambiar bromas, burlas y besos experimentales, para hablar de revoluciones y de iconos que han traspasado barreras generacionales. Y la tarde llora, y sus lamentos hacen eco en las aulas vacías y se pierden en el sonido de butacas arrastradas de un lado a otro en un sistema rudimentario de limpieza.
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