lunes, 28 de junio de 2010

Parálisis emocional.

Quiero que mi cerebro invente su propia actividad, como cuando duermo, que elija su propio sueño, su propia pesadilla o su propia realidad. Yo, organismo, no quiero involucrarme en pensar, ¿en qué?, ¿para qué?... prefiero aventurarme a obedecer a mi cabeza, lo cual es un riesgo debido a que conozco de mis sesos que a veces no están bien, pero creo, o parece, o no importa, que en este momento yo tampoco lo estoy, y eso es una paridad entre estos dos actores que conforman la presencia mía en este espacio de materia.

Por consiguiente, deseo, no de una forma racional, más bien en una forma de deseo natural, dejarle esa tarea de dirigir mis pasos, mis discursos, mis actos, en general mis intervenciones en la fase de vida en que me encuentro, a esta masa eléctrica que opera bajo mi cráneo.

Me he cansado de "pensar", de fabricar ideas infértiles, de pretender vivir en un orden de conductas que hay que aprender, valorar, creer y adoptar, doctrinas sociales elementales, dentro de los conceptos: convivencia, emparejamiento, afinidad de caracteres y todos esos convenientes acomodos lingüísticos dedicados a las relaciones humanas (comunes e interpersonales), me cansé de asistir a reuniones con fecha y hora y a lugares a donde la gente se reúne por azar o coincide simplemente por trayectos necesarios de rutina o en busca de sitios de esparcimiento como plazas, templos, cafés, bares, cines y almacenes… todo reunido armoniosamente para el enajenamiento, el consumo, el morbo y, olvidaba decirlo, para el contacto y reconocimiento entre la especie, que no es más que el campo de práctica de teorías fundamentales sobre el género humano.

Me niego en esta ocasión a pertenecer a todo esto, a participar en las actividades predecibles: parámetros obligados… organización de masas que obedecen a voces de costumbres, a ofertas mercantiles y principios religiosos de toda índole. Me niego incluso a la inercia, no al instinto; me niego al estereotipo, no a la esencia; me niego a las tendencias, no al impulso. Por lo demás, me niego a cualquier manifestación de pertenencia a este baile interminable de máscaras y coitos intelectuales infecundos.

Sin embargo, me postulo en una presencia abstracta de actualidad, iluminada por otras luces, por otros soles en otros hemisferios… le cedo a mis divagaciones surrealistas el manejo de mi fuero, de mi comportamiento, de mi cordura como no la esperan los demás, porque los demás suponen cómo debe ser y esto es absurdo, prefiero que un desvarío me salve a que un juicio humano me destruya… prefiero enloquecer sin motivo aparente y que nadie pretenda ocuparse de mí, prefiero desaparecer a los ojos inquisidores de una sociedad podrida y a la vez reluciente, pasear por las avenidas sin color, sin etiqueta, sin bandera y sin reloj en la muñeca, prefiero pues perderme y no encontrarme de nuevo en la misma parálisis emocional que me aqueja en estos días...

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