Nos tocábamos con todo lo que fuera parte de nosotros y que pudiera pertenecer al otro en ese instante de tactos diversos, piel, cabello, mirada, dientes, sexo, aliento... pero siempre el tacto rebasaba la frontera de lo convencional y por un instante minúsculo nos tocábamos con el pensamiento, con nuestros silencios, con nuestro "nosotros", yo te tocaba a ti porque sabia que tu en todas tus formas estabas preparada para mis alcances táctiles, tu me tocabas a mi porque sabias tocarme, lo habías aprendido en mi.
Y nos tocábamos de cerca, de lejos, de muy lejos, de un día antes o desde una tarde en la que yo había salido enfermo de encierro y de pronto, cruzando una calle, sentía tu caricia en alguna mejilla de mis diálogos internos o en algún oído precipitado de mi atención deficiente a este plano.
Nos tocábamos a veces, sabiendo que la luna es la mas ingenua y la mas corruptible de los astros y yo la hacia que llevara hasta ti el temblor de mi pulso por unos cuantos halagos a su blancura percudida y tu me devolvías con ella un beso humedecido y fresco.
Nos tocábamos en un dialogo de pulpos, dialogábamos en transmisiones sensitivas, vibrabamos al contacto, descubrimos que el eco de las caricias es la piel erizada... alguna vez anduve descalzo sobre tu espalda, alguna vez me fue difícil despegarte de mi piel...
1 comentario:
exquisito, sutil, elegante! felicidades.
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