viernes, 19 de julio de 2013

Entre pájaros y niebla.

Se despertó antes que nadie en esa parte de la ciudad, es indistinto decir qué fue lo que encendió primero, si un cigarrillo o la luz de su habitación, se paró frente al espejo con el cabello abultado y  las lineas de expresión atenuadas por el insomnio y el cansancio, hacía frío y supuso que deberían ser las cuatro de la mañana, "El frío de las cuatro de la mañana es el más duro", Pensó.

 Se colocó sobre los hombros el cobertor de su cama y salió de su habitación hacia la cocina para prepararse un poco de café, con el cigarrillo en los labios y entrecerrando el ojo por el que ascendía el humo, sirvió agua en una taza que introdujo en el microhondas: dos minutos, café soluble y una cucharada de azúcar.


Hacía meses que llevaba durmiendo un par de horas al día, los estragos físicos eran evidentes, la alteración del sistema nervioso se manifestaba en el pulso y en la rigidez de la mandíbula, rechinaba los dientes hasta provocarse dolor y no paraba de fumar ni un sólo instante.

No recordaba que era su cumpleaños hasta que encendió la computadora, tenía notificaciones de amigos que le felicitaban y le deseaban lo mejor de la vida, abrazos, besos, éxito, salud y muchos años más... para él era un día como los anteriores hasta ese momento, hasta que uno de los mensajes le sacudió algo por dentro, ni siquiera se trataba de una persona que tuviera alguna significación particular en su vida, y el texto no era ningún sermón como para reflexionar, pero esas lineas llegaron a lo profundo y le  provocaron una fuga incontenible de llanto, uno que no había experimentado jamás, o tal vez sí, era un llanto ingenuo y primitivo, no de dolor, ni de lamentación, era un llanto puro y natural, como con el que se nace, alguna vez leyó que "uno llora al nacer porque intuye el mundo" pero él este mundo ya lo conocía, debía ser otro, uno que, ahora lo sabía, tendría que comenzar a construirse, tendría que nacer a otro mundo en el que nada sería igual a partir de ese momento.

Comenzaba a ponerse claro, amanecía sin rayos de sol, era un gris blanquecino y uniforme, como el de una enorme pista de patinaje sobre hielo, asomado en el balcón, se imaginó patinando de cabeza, colgando del cielo entre pájaros y niebla, sonrió. Su imaginación era una constante que no respetaba momentos cruciales, pero algunas veces le había salvado aunque fuera por segundos, de realidades que lo atormentaban.  Abajo el paisaje era el de siempre, edificios, antenas, voces, timbres, ladridos, puertas abriendo y cerrando... Pero él ya no era el de siempre, había estado cambiando, desde antes del mensaje, fueron las noches sin dormir, fue el silencio prolongado de esos meses, casi todas las cosas crecen en silencio, casi todos los cambios son imperceptibles en la rutina, ni siquiera él se había dado cuenta hasta ese día. Volvió al espejo y notó que algo le iluminaba el rostro todavía humedecido por las lágrimas, se observó detenidamente, no podía saber con precisión de qué se trataba, aunque lo intuyó a los pocos minutos, era la alegría de sí mismo, se había acordado de él, de quien era y quien había sido, se reconocía, las circunstancias que lo habían llevado hasta ese momento de su vida habían quedado atrás, ya no las cuestionaba y no sentía rencor ni culpa, ya no dolían, ahora se sentía feliz y esa felicidad crecía conforme todo se aclaraba en su cabeza, todo había pasado, era cierto que se había quedado sin nada, pero ya no lo lamentaba por que ahora tenía ante él la oportunidad de tenerlo todo, había nacido de nuevo aquella fría madrugada de diciembre, la fecha era la misma de 33 años atrás, el nombre era el mismo, pero aquella oportunidad nunca volvería a presentársele de nuevo.

No siempre es necesario un nuevo sol elevándose detrás de una montaña bajo un cielo azul para comenzar de nuevo, esos paisajes acarician a la vista, los amaneceres internos acarician el corazón.

No hay comentarios: