Benditos los inocentes, los que no saben, los naturales, los que no dependen, los que viven sin una arroba insertada en el culo de su identidad.
Los que no indagan, los que no buscan, los que no se atormentan con la incertidumbre, con el hambre de saber qué es lo que pasa.
Los que pueden dormir, los que pueden beber sin estimular a sus demonios, los que retiran las dudas como al cabello en la sopa, los que no callan por que no tienen nada qué decir, los que no esperan, los del camino trazado, los del piso parejo y en linea recta, paso de soldado, visión de túnel, destino en fideicomiso.
Benditos para los que el lunes es lunes y la comida es en casa, los 120 sobre 80, los sístole de oro y diástole de plata, los que se ríen del chiste, los que han colgado parte de su vida en una pared de la sala.
Benditos porque nos redimen, porque nos rectifican, porque nos dejan los sueños y la extravagancia, los castillos de arena, las flores en los prados y las estrellas sin contarlas, la risa explosiva, la imaginación sin freno y las nubes para acariciarlas.
Benditos porque nos dejan, libre de receta la locura y libre de impuestos la existencia.
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