Me viene a la cabeza lo mismo una canción que un helado de fresa, lo mismo un poema de Sabines, que una reunión de trabajo.
A veces es una playa, seguida de un recuerdo de la infancia, a veces unos zapatos y otras tantas, una cerveza.
Me viene a la cabeza un fragmento de Cortázar lo mismo que el recibo del teléfono. Lo mismo a la una de la tarde que a las seis de la mañana; lo mismo una taza de café, que un cigarrillo; lo mismo una melodía de Haendel, que la fruta del mercado; lo mismo un sueño de hace tres días, que tu voz faltando al respeto a las leyes de la física y propagándose en el vacío, pero tu voz no es sonido, es recuerdo, entonces no hay nada que discutirle a la ciencia.
Me viene tanto a la cabeza y de forma tan aislada; sé que el pensamiento es aleatorio, el recuerdo inoportuno y la memoria traicionera, por eso a veces basta con ceder un poco, sin oponerles mucha resistencia.
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