viernes, 14 de marzo de 2014

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[…] Y el sol se quedó parado en medio de los cielos y no se apresuró a ponerse por más o menos un día entero. Y ningún día ha resultado ser como aquel, ni antes de él ni después de él, por el hecho de que Jehová escuchó la voz de un hombre […]
-Josué 10:14-
Cuando era pequeño leí en la Biblia la historia de Josué y su ejército, quienes para ganar una batalla lo único que necesitaban era un poco más de tiempo, pero como Josué tenía el favor del Dios todo poderoso, éste le brindó la oportunidad de ordenarle al sol y a la luna que se detuvieran en su ciclo, todavía recuerdo las palabras: “Sol, tente inmóvil sobre Gabaón, y luna, sobre la llanura baja de Ayalón”. Fue un día completo lo que el sol se detuvo y fue de esta forma que Josué y los suyos consiguieron la victoria.
No quiero hacer aquí un análisis sobre el día que desde aquel entonces la humanidad se atrasó en efectos de calendario, y que sí escribo esto un 11 de marzo, en realidad debería ser 12 de marzo gracias a aquel largo día de 48 horas. Más bien quiero hablar de la maravillosa posibilidad de detener el tiempo en nuestro favor, cuantas veces hemos necesitado sólo un poco más de tiempo? Cuantas veces nos hemos sorprendido de lo rápido que transcurre y de cómo las circunstancian cambian “de un día para otro” sin que fuera precisamente lo que esperábamos?
Yo en lo particular no recuerdo un día en el que haya querido detener el tiempo por unas horas, creo que sería más ambicioso en el caso de tener dicha posibilidad y lo detendría unas semanas o algunos meses en lo que acomodo las circunstancias para lograr mis objetivos, ya que por lo regular mis procesos llevan una buena inversión de tiempo. Aunque, pensándolo bien, y al contrario de Josué, creo que preferiría acelerarlo, saltarme etapas, brincarme duelos y días y noches fatales, para finalmente aparecer reincorporado en la época donde todo está resuelto.
Sol, hoy no te detengas ni avances aceleradamente, hoy te ordeno un transcurso normal, porque soy dueño de mi tiempo.

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