lunes, 4 de octubre de 2010

...

ya no sabemos si hacemos llorar al universo, si con una acción provocamos el derrumbe de algún árbol, la caída de una estrella, el frió de esta noche, ya no lo sabemos y quizá nunca lo supimos, yo no sabia que al provocar tus lágrimas estaba provocando las mías después, tu no sabias que ese después siempre fue inmediato.

Nunca supimos que eramos humanos, que estábamos (que siempre estamos) al borde del error, de despilfarrar la herencia original, que tenemos en alguna parte de nosotros la abolladura del molde que concibió nuestro momento, porque somos arcilla, lodo maleable, lodo que llora, que se humedece, que se seca, que se enamora, lodo que sufre, que a veces canta, que se humilla y a veces también se cree buen lodo.

Y ahora que sabemos que no sabemos nada, nos sentimos enormes y a la vez reducidos, (como se saben las ciudades en los mapas de bolsillo) enormes en la ignorancia vital que se alcanza después de la experiencia, y reducidos contra el tamaño del sueño que vivimos.

No hay comentarios: