martes, 26 de octubre de 2010

Día de pesca...

Imagino que sangro junto al río y que mi sangre es delgada y que tu y yo nos adelgazamos en ese hilo constante y rojo que brota de mi herida, nos vamos yendo, nos vamos diluyendo los dos en esta corriente que arrastra pasado, alegrías antiguas y lágrimas genuinas, un río que fluye sin detenerse, (¿y quien detiene el cause de un río con dos manos?) nos adelgazamos hasta volvernos casi imperceptibles, como el hilo de una telaraña que apenas brilla en un ángulo preciso contra la luz de un recuerdo mágico e incandescente como un sol de medio día en invierno, nos vamos yendo entre peces desesperados y abatidos, quizá pares de manos que quisieron detener la corriente o invertir su curso, nos vamos alisando piedras que después se regalaran nuevos enamorados, que a su vez después se provocaran heridas, que sangraran y se adelgazaran y se diluirán en el rió, nuevos peces en el flujo continuo del desprendimiento, corazones aferrados débilmente a las orillas, anzuelos que no brillan como espejos pero que llevan a una nueva casa la pesca del día: "¡Madre! fui al río y pesque un corazón y un par de manos, no necesito mas, ¡ahora soy feliz!"
Algo me expulsa de mi delirio, vivos movimientos como de manos saludando a lo lejos, como de latidos de corazón regocijado, como de peces que han mordido un anzuelo... y la sangre que brotaba de mi herida era el hilo de mi caña de pescar...

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