¿Qué hacemos ahora con los domingos?, ¿Dormir hasta muy tarde?, ¿Desayunar sin ganas?, ¿Hacer un poco de ejercicio, como los ricos otoñales, fuera de casa, con un traje Adidas completo, para regresar y leer levantando la ceja, la sección de finanzas y sociales en el periódico, mientras beben a sorbos un jugo de naranjas recién exprimidas en un sofisticado aparato comprado por televisión?
¿Qué haremos con el séptimo día, descansar porque somos imagen y semejanza de dios, porque somos empleados e imitamos las costumbres de nuestro patrón?
¿Qué hacemos con estos domingos azules y amarillos, pensar que deberíamos tener un perro para pasearlo y bañarlo?, ¿Llegar a interrumpir la intimidad de un hogar con una botella de ron envuelta en una bolsa de súpermercado pensando que nuestra visita será agradable?, ¿Ir a la misa que nunca hemos ido a rezar por mejores domingos venideros, porque la tarde no nos aniquile lentamente en soledad y en silencio?
¿Qué hacemos con éste día, recorrer una avenida en bicicleta?, ¿Sentarnos en un café a fumar y a observar a la gente que pasea con helados, con bolsas de almacenes, con pantalones cortos y lentes de sol, en familia o en pareja, de la mano o abrazados por la cintura, sonriendo a la cámara de 2.0 megapixeles de sus teléfonos celulares, sacando la lengua o haciendo biscos o parándose junto a las fuentes de agua mugrosa en las plazas públicas del centro histórico?
¿Qué hacemos nosotros, los que padecemos el domingo como una enfermedad, como un espacio siniestro al final de la semana en el que abruptamente nos quitan la rutina como un chupón de la boca?, ¿Qué hacer? ¿A dónde ir?, ¿Al cine? Pedir sólo un boleto en la taquilla, acto casi tan macabro como pedir solamente un zapato en una zapatería porque nos falta una pierna, porque nos falta esa compañía, esa adorable y breve discusión sobre el sabor de las palomitas de maíz. Entrar en la sala, sentir la alfombra bajo los pies y pensar que las salas son alfombradas para que no se escuchen los pasos de los que llegan tarde a la función, que ya de por sí son molestos cuando pasan frente a ti como cayéndose con su grandes vasos de refresco, más grandes aún por $11.50. Y tú estás ahí, sorbiendo tu miseria, ruñendo tus pensamientos, tratando de que no hagan ruido, para después salir aturdido, confuso entre realidad y ficción, pero comprobando que se ha hecho de noche, que le has ganado unas horas a este día y que es tiempo de volver a casa...
domingo, 4 de noviembre de 2012
martes, 26 de junio de 2012
Escribo para mí.
Voy a escribir un sueño que no amanezca, una mañana sin memoria y una ley que obligue en los malos recuerdos un gravamen de caducidad.
Voy a escribir unos ojos en la noche, para cuando busque los tuyos y ya no estén.
Voy a escribirte detrás de una cortina de la casa, jugándome una broma para cuando me entere que te has ido para siempre.
Voy a escribir otra versión de mi, una alterna, para saltar en ambas como sea prudente.
Voy a escribir un espejo que mienta, unos dientes blancos en mi sonrisa y tal vez la sonrisa.
Voy escribirme un descanso verdadero para leerlo todas esas noches que me siento vencido.
Voy a escribirme un corazón postizo y un vaso con agua en mi mesa de noche, para refrescarlo mientras duermo.
Voy a escribir en uno de los cajones de la madrugada un cigarrillo y un somnífero o quizás un escorpión.
Voy a escribir todo lo que pueda, siempre que pueda y aún cuando no pueda, estaré escribiendo internamente todo lo que no tenga que quedarse en la memoria de nadie.
Voy a escribir unos ojos en la noche, para cuando busque los tuyos y ya no estén.
Voy a escribirte detrás de una cortina de la casa, jugándome una broma para cuando me entere que te has ido para siempre.
Voy a escribir otra versión de mi, una alterna, para saltar en ambas como sea prudente.
Voy a escribir un espejo que mienta, unos dientes blancos en mi sonrisa y tal vez la sonrisa.
Voy escribirme un descanso verdadero para leerlo todas esas noches que me siento vencido.
Voy a escribirme un corazón postizo y un vaso con agua en mi mesa de noche, para refrescarlo mientras duermo.
Voy a escribir en uno de los cajones de la madrugada un cigarrillo y un somnífero o quizás un escorpión.
Voy a escribir todo lo que pueda, siempre que pueda y aún cuando no pueda, estaré escribiendo internamente todo lo que no tenga que quedarse en la memoria de nadie.
viernes, 15 de junio de 2012
Sesión de preguntas sin respuesta.
¿Por qué el cigarro?
¿Por qué el café?
¿Por qué la filosofía y la mitología?
¿por qué el Jazz y el Blues?
¿por que el Ron?
¿por qué las letras y las palabras?
¿por qué el queso y el vino tinto?
¿por qué los gorros y los sombreros?
¿por qué los sueños y las corbatas?
¿por qué el mar y la luna y la noche?
¿por qué Neruda y Benedetti y Sabines?
¿por qué la poesía?
¿por qué los árboles y la víspera de navidad?
¿Por qué las sábanas frescas y la leche fría y el pan dulce?
¿Por qué La mona lisa?
¿por qué Van Gogh y su "Noche estrellada"?
¿Por qué Monet y Manet y Cezanne?
¿Por qué la locura de Dalí?
¿por qué el violín de Vivaldi y el piano de Chopin?
¿por qué Sinatra?
¿por qué Dylan?
¿por qué Joaquín y José Alfredo y Silvio y Luis Eduardo y Drexler?
¿por qué París y Argentina y New York?
¿Por qué el tango?
¿Por qué Piazzolla y su "Balada para un loco"?
¿Por qué Gardel y "Volver"?
¿Por qué Cortázar, por qué Hesse, por qué Nietzsche y tantos más?
Y tanto más...
¿por qué todo esto y no otras cosas?
¿Por qué tus ojos y no otros?
¿por qué tú... y no alguien más?
sábado, 9 de junio de 2012
Supermercado
Llega el momento en que los recuerdos se vuelven un rumor y el perfume que nos atormentó, ahora huele a cualquier otro, las cosas que se compartieron y que unían, las encuentras separadas en los pasillos del supermercado; el refrigerador de los helados tan lejos de la sección de frutas, ya no vas de un lado a otro con la idea fija de lo que buscas: Cumplir un antojo. Pasas junto a aquellos productos con la misma indiferencia que le tienes a los Bagres y a los Róbalos tendidos en sus camas de hielo, un poco perdido, un poco ausente, casi tan lejano como la voz de la señorita que vocea ofertas y que siempre suena igual: estereotipada, fría. Tanto como la voz de tus recuerdos que ahora se confunden entre un rostro de poca nitidez y un cincuenta por ciento de descuento en desodorantes...
Finalmente llega ese momento que suplicaste por tanto tiempo a los dioses del olvido, se han acordado de ti, han escuchado tus súplicas o simplemente ha llegado tu turno. Hay tanta gente que quiere olvidar, es una fila enorme de cobardes que se amontonan en la ventanilla donde suponen que se les extraerá un trozo de memoria... ¿Qué parte cortamos? Aquí de esta fecha hasta hoy; Aquí, desde la muerte de mi madre, hasta hoy; Aquí, desde que me fui a la ruina, hasta hoy; Aquí, desde esta mujer, hasta hoy que fui al supermercado...
viernes, 13 de abril de 2012
Ode to my cigarette.
Una noche descubrí que si tenía cigarros no me haría falta nada, me encontraba en una soledad total, en un silencio que lo impregnaba todo, ni mis pensamientos hacían ruido, el ritmo cardiaco se me había desacelerado a causa del cansancio emocional, ya no pensaba en nada, no quería nada, no me importaba ni la mosca que caminaba cerca de mi boca, no me importaba respirar con un solo poro de la nariz, era tanto el agotamiento que el único sonido que me hubiera gustado escuchar en ese momento, era el del indicador cardiaco cuando esas lineas verdes, de un verde electrónico, dejan de subir y bajar, de dibujar montañas picudas y pendientes extremas y se convierten en una sola linea horizontal, continua, constante.
No necesitaba un trago, el alcohol había dejado de ser una opción después de padecer con mayor intensidad los estragos del día siguiente. No necesitaba un abrazo, ni una palmada en la espalda, ni alguien que durmiera conmigo, no necesitaba un programa de ventas por televisión, ni una película repetida, ni un libro, a pesar de haberlo intentado todo. No tenía sueño, ni hambre, aquello era una suspensión total de mi cuerpo en el espacio, no sabía si me encontraba recostado en la cama o flotaba o caía.
Y me puse a fumar, saqué un cigarrillo de la caja, lo llevé a mi boca y lo encendí sin darme cuenta que esto, era la primera acción que realizaba dentro de mi letargo, ahora fumaba sentado sobre la cama y recostado sobre la pared, ya no flotaba, ni caía, buscaba un cenicero o una botella o un vaso a donde tirar la ceniza, caminaba en mi habitación, me veía al espejo con el cigarro entre mis dedos, entre mis labios, la combustión de la braza en cada fumada rompía levemente el silencio, lo suficiente para saber que no me había quedado sordo y que no me encontraba en otra dimensión.
En ese momento supe que algo tan insignificante me conectaba con la realidad, que siempre debería asegurarme de tener suficientes cigarros para la noche, para esas noches en las que no necesito nada, ni quiero nada, ni pienso en nada, en ese momento supe que cuando me vuelva a encontrar en estado de inconsciencia y no me levante por un cigarro, quizá no me levante para nada.
No necesitaba un trago, el alcohol había dejado de ser una opción después de padecer con mayor intensidad los estragos del día siguiente. No necesitaba un abrazo, ni una palmada en la espalda, ni alguien que durmiera conmigo, no necesitaba un programa de ventas por televisión, ni una película repetida, ni un libro, a pesar de haberlo intentado todo. No tenía sueño, ni hambre, aquello era una suspensión total de mi cuerpo en el espacio, no sabía si me encontraba recostado en la cama o flotaba o caía.
Y me puse a fumar, saqué un cigarrillo de la caja, lo llevé a mi boca y lo encendí sin darme cuenta que esto, era la primera acción que realizaba dentro de mi letargo, ahora fumaba sentado sobre la cama y recostado sobre la pared, ya no flotaba, ni caía, buscaba un cenicero o una botella o un vaso a donde tirar la ceniza, caminaba en mi habitación, me veía al espejo con el cigarro entre mis dedos, entre mis labios, la combustión de la braza en cada fumada rompía levemente el silencio, lo suficiente para saber que no me había quedado sordo y que no me encontraba en otra dimensión.
En ese momento supe que algo tan insignificante me conectaba con la realidad, que siempre debería asegurarme de tener suficientes cigarros para la noche, para esas noches en las que no necesito nada, ni quiero nada, ni pienso en nada, en ese momento supe que cuando me vuelva a encontrar en estado de inconsciencia y no me levante por un cigarro, quizá no me levante para nada.
jueves, 8 de marzo de 2012
AA
Pasé por un local de Alcohólicos anónimos, la vista era peculiar, el lujo, la mayor ausencia, un foco de 60 watts iluminaba la pequeña sala donde se encontraban apenas dos hombres, sentados uno alejado del otro, se les notaba en el aspecto los estragos del alcoholismo, y en la mirada, las calamidades a las que seguramente se habían enfrentado y por las cuales habían decidido, influenciados por familiares o por voluntad propia, a estar ahí.
Había vasos de unicel formados en torres, cucharas de plástico y azucareras viejas dispuestas para el café barato que humeaba en una cafetera abollada y sucia, unas sillas que seguramente habían formado parte de diferentes comedores familiares, hacían pequeñas filas de cinco o seis lugares, el piso de mosaicos desgastados y cuarteados, las paredes verdes, de ese verde opaco que son los muros tristes, en los que habitan moscas y clavos que se confunden por igual ante una vista cansada.
Había una cortina floreada al fondo, sucia también, seguramente el acceso al baño, no estoy seguro, Pero lo que llamó poderosamente mi atención, fue el atril, ese pequeño mueble de madera que dejando a un lado sus características y su desgaste, era el punto álgido, el paso más difícil para cualquiera de nuevo ingreso, subir al atril, contar su experiencia, reconocerse alcohólico mientras las manos tiemblan, la frente suda, el corazón se acelera y la voz se vuelve quebradiza, venciendo a los nervios, al pánico escénico, a sí mismo, pero quizá, y muy por encima de todo, las ganas de un trago.
sábado, 4 de febrero de 2012
Tercera persona.
He pensado seriamente en dejar de escribir en primera persona, cambiar el "Yo" por el "Él" empezar a contar otra historia que no sea la mía, aunque siga siendo la misma pero ahora camuflada, escondida en ese personaje imaginario al que cada quien le pone el rostro que quiere, el cabello que quiere, la piel, el color, la voz, la estatura, y los ojos que quiere, ese personaje al que cada quien dibuje como se le antoje, como le convenga, como le guste... No quiero que se me siga relacionado conmigo a través de lo que escribo, no escribo para que se me cuestione, para que se me analice//
"No escribía para ser cuestionado, no lo hacía para inducir un análisis sobre ÉL mismo... Pensó seriamente en cambiar el "Yo" por el "El" comenzó a contar otra historia que no fuera la suya, aunque seguía siendo la misma pero ahora camuflada, escondida en ese personaje imaginario al que cada quien le pone el rostro que quiere, el cabello que quiere, la piel, el color, la voz, la estatura, y los ojos que quiere, ese personaje al que cada quien dibuje como se le antoje, como le convenga, como le guste..."
Algo así.
miércoles, 1 de febrero de 2012
De otros viajes...
Quizá algún día sea un viajero de última generación y descubra que hay moscas en Júpiter y gusanos en la luna, quizá encuentre cucarachas en Plutón simplemente porque lo abandonaron, porque lo despojaron de su condición planetaria, no sabemos qué es de Plutón y siendo honestos, tampoco nos importa, por eso debe haber cucarachas en él, cientos de miles, millones de cucarachas saliendo de sus cráteres por la noche, como en las cocinas de mugre crónica, como en las loncherías en las que a veces desayunamos sin darnos cuenta que nos acechan desde sus múltiples escondites...
Quizá alguno de esos viajes sea al futuro, y me ahorre tantas incertidumbres, tantas suposiciones y descubra lo que ya sabemos, que los astrólogos son unos charlatanes, que quien adivina el futuro en una taza de café, en realidad lo está adivinando en la mirada de sus clientes. Que la esperanza por sí misma, no figura en el ranking de los sueños alcanzados, que las canas son la kriptonita blanca de los sueños que nunca se hicieron realidad y que siguen ahí, debilitándose...
Viajaré a la velocidad del pensamiento, cuando tenga frío iré a dormir a las dunas de algún desierto humano, un cuerpo de mujer desmoronándose entre sábanas, consumiéndose envuelta en un trozo de papel arroz, deshaciéndose a pedazos como un retrato antiguo, como un recuerdo viejo. Emigraré cuando sea necesario, cuando mi presencia comience a evocar otros tiempos, cuando se me busque para llevarme a prisión, por medio de un retrato hablado que no hable de mí...
jueves, 26 de enero de 2012
Tengo lo necesario...
Llevo una cápsula de veneno en la boca, como las que usaban los espías Nazis, para morderla en cuanto me preguntes si todavía te quiero...
Tengo una pastilla de prozac a la que ruño por las noches como ratón con insomnio y que no me atrevo a ingerirla por completo, porque sé que no son problemas de sueño los que no me dejan dormir...
Tengo unos lentes que apenas parecen Ray Ban y que le van bien a mi cara desvelada, que apenas parece mi cara de hace unos meses...
Tengo un cajón repleto de encendedores y cuando los veo a todos con sus distintos tamaños y colores, sé que algún día los dejaré vacíos, mientras el jarabe para la tos se cristaliza en su frasco del sector salud.
Tengo muchas historias que no me importan, las recojo de la calle y las traigo a casa para recordarlas y matizarlas, para entretenerme en el tejido que les adhiero, porque sé que la nuestra me quitará el hambre a la hora de la comida, me despertará con un vacío en la boca del estómago, y no estarán tus labios al alcance para darles un mordisco y levantarme y meterme a la ducha satisfecho tarareando a Frank Sinatra... "In other words, hold my hand, in other words, baby kiss me..."
Tengo una botella de Ron barato en mi buró, de ese que dicen que despinta puertas, me da la impresión de que entonces me disolverá fácilmente el nudo que se me hace en la garganta cuando me acuerdo de ti. En fin, estoy bien, me mantengo a flote con los pies en la tierra, tengo lo necesario para soportar la contingencia, para llevarte a cuestas en lo que la savia del tiempo nos erosiona...
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